sábado, 20 de junio de 2015

Humo

Descalza, en pijama y con el pelo alborotado, la joven salió afuera por la puerta trasera de la casa, era la madrugada, el frío la atravesaba, la noche era apacible, valía la pena salir afuera. Encendió el cigarrillo y le dio una pitada, miró a las estrellas mientras fumaba, ellas eran las únicas conscientes de su secreto. Siguió fumando, esperando que sus padres no se levantaran y la encontraran allí, con un cigarrillo en la mano, tomando frío, atentando lentamente contra su propia vida.
El humo salía por su boca y se mezclaba con el aire, danzando en la oscuridad de la noche, como niebla en la mañana, a ella le gustaba esto, ver al humo hacer su danza, sentirlo entrar y luego salir, le gustaba la manera en la que esto la hacía sentir, superior, una niña disfrazada de adulta. Y durante ese momento, soñó con ser la persona fuerte que se sentía con un cigarrillo en la mano.
Terminó el cigarrillo y lo enterró en un hueco que había en el patio, nadie lo notaría, ya que había colillas de cigarrillo por todos lados, una más no haría la diferencia.
Entró a la casa, en silencio y de puntillas. El inconfundible sabor de un cigarro mentolado aún recorría su boca. Sonrió y disfrutó de los restos que quedaban en su boca, las únicas evidencias de un crimen secreto.


domingo, 22 de marzo de 2015

In Love

Ella estaba enamorada de sus palabras, de sus canciones, de sus recuerdos y de su historia.
Estaba enamorada del color café de sus ojos, de sus gestos de su piel.
Estaba enamorada de sus besos y su sonrisa, de su voz y sus caricias.
Ella estaba enamorada, pero no quería estarlo.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

El dolor de Amalia.

— ¿Alguien quiere pasar a leer lo que escribió?
La voz del profesor Víctor Rodríguez recorrió el aula en segundos y se apago tan rápido como había comenzado a sonar.
Tener 17 años no les servía de mucho a los alumnos de sexto 1°, ya que al momento te de leer lo que habían escrito para Literatura, se morían de vergüenza, no literal claro.
Una joven de nombre Amalia, estaba sentada sola en la esquina del fondo del aula, su pupitre estaba junto a la ventana. Ella había oído al profesor y no tenía problemas en ponerse de pie e ir al frente del aula a leer lo que había escrito. Pero la verdad era que el cielo se veía más lindo que leer frente a un aula, donde la mayoría eran idiotas que, desgraciadamente, no habían madurado todavía.
— ¡Vamos, no sean vergonzosos! ¿Quién quiere pasar a leer lo que escribió?, — volvió a insistir el profesor.
Nadie respondió.
El profesor miraba al aula con una expresión en su rostro de una pequeña desilusión, esperaba un poco más de sus alumnos.
Una mano se levanto en el fondo del aula. Todos giraron la cabeza al unísono para ver a la callada, fría y distante Amalia levantar la mano al aire…
Era algo demasiado estrafalario, raro, extravagante, anómalo. La joven ‘Castaña’, como la habían apodado por su cabello castaño, sus ojos castaños y su piel morena casi castaña, jamás levantaba la mano. Hacía ya un año y medio que ella había empezado a actuar así: lejana, fría, indiferente. Nadie sabía por qué era así o por qué de un día para el otro había empezado a ser así, y nadie quería preguntar tampoco.
Ahora Amalia alzaba la mano derecha, ofreciéndose voluntaria para leer frente al aula.
— Yo quiero leer profesor, —la voz tenía el tono habitual: desinteresado, como si ya lo hubiera vivido y visto todo.
El profesor Víctor estaba atónito, sorprendido, asombrado ¡La alumna más reservada que tenía acababa de ofrecerse para leer!
— Pase al frente señorita Amalia, —dijo el profesor lo más amable y neutral que puedo. No deseaba que se notara el asombro en su voz.
Poniéndose de pie, Amalia camino en silencio y a paso desganado hasta llegar al lado del escritorio del profesor Víctor.
El profesor carraspeo.
— ¿Qué es lo que escribiste Amalia? —Pregunto más sereno.
— No lo sé, —respondió una sincerada Amalia —. Supongo que algo.
— Bien, ¿tiene título?, —Amalia asintió —. Entonces puedes decirlo y comenzar a leer.
— Título: ‘No me duele’ —un compañero de Amalia hizo una broma grosera respecto al título y el profesor lo regaño, ella sólo suspiro con cansancio, se preguntaba por qué sus compañeros eran tan idiotas —. Autor: Yo, —continuo.
Por un momento Amalia hizo silencio, no tenía vergüenza de leer frente a la clase. Era otra cosa. Quizás qué lo que iba a leer era algo personal. No estaba segura. Desdoblo la hoja, tomo aire y se dispuso a leer.
“Veo por la ventana al cielo y las estrellas.
El cielo se ve cristalizado. Quizás sean mis húmedos ojos los que hacen que lo vea así.
¿Hace cuánto que te fuiste? Me gustaría saberlo.
Me encuentro una vez más contándole mis problemas a la pared.
Todo normal, nada extraño paso. Sólo te fuiste, nada anómalo. Las personas se van, terminan partiendo a un lugar o a otro, las personas parten y cuando una persona parte, parte para nunca más volver. Me acostumbraré a que no estés, creo que lo hago.
En serio, no me duele, sólo es el recuerdo que a veces regresa. Como sombra que nos acompaña, el recuerdo no es más que un fantasma.
El espejo me entiende cuando hablo sobre él. Me escucha y creo que me comprende, sabe todo sobre mí.
La vida sigue, el camino se torna angosto y día a día me digo “continúa niña, continúa que todavía falta mucho para el fin del pasaje”  
Y sigo adelante, pero a veces el recuerdo reaparece.
En serio, no me duele, sólo es mi corazón que a veces te recuerda, sólo es él, mi corazón que anhela aquellas caricias.
Todavía guardo las cartas que me escribiste, palabras tan hermosas no se quieren ir. También conservo en mi memoria aquellos sueños que compartíamos, los que dijimos que juntos cumpliríamos.
Siento que hubo cosas que dijimos demás y cosas que nos falto decir. Siento que fueron demasiadas las canciones que juntos escuchamos, de vez en cuando las vuelvo a escuchar, son muy hermosas para dejarlas en un olvido del pasado que no existe.
Los libros que leímos no quedaron en el olvido, a veces los leo por los dos, aunque ya no estés.
Tantas promesas en vano las nuestras, tantos sueños rotos. No fue más que una ilusión, porque ya estas lejos, demasiado, para cumplir lo que prometimos.
No me duele, te juro que no me duele, es mi corazón que no olvida. No puedo olvidar, el pasado siempre me acompaña, no existe el olvido y por eso mi corazón te recuerda…
No me duele, juro que no me duele. No sé porqué lloro, pero no es por dolor, porque el que no estés no me duele y enserio lo digo no me duele…”
Una vez que Amalia acabo de leer, notó que tenía los ojos algo húmedos. Levanto la vista del papel y vio a sus compañeros sumidos en un extravagante silencio, y penetrándola con la mirada, algunos de ellos tenían los ojos húmedos. Incluso el profesor Víctor tenía los ojos húmedos.
— Es muy hermoso lo que escribiste Amalia, —alabó el profesor. — ¿En qué te inspiraste?   
Amalia volvió a bajar la cabeza a la hoja.
— En mí profesor, en mí me inspire, —tenía la voz al borde del quiebre, pero no se iba a quebrar frete al aula.
Camino cabeza baja hasta el pupitre.
El aula se había sumergido en un silencio fuera de lo habitual, un silencios que poco a poco, y para suerte de Amalia, comenzó a romperse hasta que el aula volvió a ser el de antes.
Amalia volvió la vista al cielo a través de la ventana.

— No me duele, sólo es el recuerdo… —Susurro al aire. 


Para todas las Amalias del mundo. 

jueves, 11 de diciembre de 2014

Intolerante

Siempre estar ahí para todos, ese es mi trabajo, una tarea impuesta por misma, para sentirme bien, pero cuando las cosas van mal, me doy cuenta de que nadie, nunca, va a estar para mi como yo lo hago con otras personas, me doy cuenta que no todo el mundo es como yo... Entonces empiezo a sentirme agobiada, estresada, me vuelvo cada vez más intolerante hasta el punto de no tolerar ni el más mínimo toque de sarcasmo o indiferencia. No quiero ser así, desearía volver a ser la persona alocada, sin problemas, que sonríe y ayuda a todo el mundo, en lugar de la estúpida que no es capaz de soportar a nadie ni de darse cuenta de las cosas que el resto hace por ella. Desearía ser un poco más considerada, pero mi otro lado me está ganando y parece que, de repente, ninguno de mis amigos es mi amigo, pareciera que, por más fuerte que grite, no van a venir a salvarme de la oscuridad que me devora poco a poco, porque nadie va a entender jamás lo que pasa por los laberintos de mi mente.


lunes, 8 de diciembre de 2014

Noche de tormenta

Era una noche oscura, yo estaba en mi habitación, no podía dormir a causa de la tormenta, los rayos siempre me asustaron. En esa época, yo vivía con mi Tía Antonia en un castillo antiguo a las afueras del pueblo, cerca de un bosque. Bajé las escaleras de madera labrada, me dirigí a la cocina a buscar un vaso de leche, eso siempre me ayuda a dormir. Luego volví a mi habitación, cuando estaba en el pasillo que dirigía hacia mi cuarto, la casa estaba decorada al estilo de la época isabelina, con distintos tonos de verde esmeralda. De pronto, escuché que se abría una puerta. Un rayo iluminó el pasillo a través de uno de los grandes ventanales de cristal; me di media vuelta y detrás de mí, en la puerta de su habitación, se hallaba Tía Antonia con su ropa de cama.
-¿No puedes dormir Bianca? – Me preguntó con tono amable.
-No tía, me es imposible dormir con esta tormenta – Exclamé con pesar.  Tía Antonia me acompañó al cuarto, me acosté y ella se sentó a mi lado. Nunca me había fijado realmente en ella, ahora que la veía, tenía un gran parecido con mi madre, aunque Antonia en realidad era mi tía-abuela. Tenía un aspecto maternal sentada allí a mi lado.
-Te contaré una historia – Me dijo con expresión tierna.
Sonreí y la miré atentamente, ella comenzó su relato.
-Hace mucho tiempo, en este castillo, en la época de los grandes vestidos y los carruajes, vivía una hermosa doncella, era hija de un importante conde. Era hermosa como una flor de primavera, con su cabello rojo como una hoguera y sus ojos tan verdes como esmeraldas. Ella no era feliz, ya que su padre, el Conde Henry, quería que se casara con un el hijo de un Gran Duque, un joven engreído y adinerado, pero ella se negaba. A Emma, porque así se llamaba, le gustaba soñar con que algún día encontraría a alguien y se enamoraría a primera vista. Una tarde soleada, ella estaba acostada en el pasto, mirando el cielo azul, cuando de pronto escuchó un ruido proveniente del bosque cercano a ella. Se levantó con rapidez y vio a una bestia enorme y gris, salió corriendo, pero con su hermoso vestido de seda lila no podía correr demasiado, la bestia estaba a punto de alcanzarla cuando ella lo vio, era un hermoso joven de pelo negro azabache y hechizantes ojos azules. El joven sacó su espada y enfrentó a la bestia con fiereza. Entre ataques y contraataques logró herir a la fiera y ganar la batalla.

- Buenos días preciosa dama – dijo él con voz aterciopelada – Mi nombre es Nick Singht
Ella había quedado embobada por el ilustre caballero que tenía a su lado.
- Mi nombre es Emma – dijo ella dulcemente – y le doy las gracias, noble caballero, por salvarme de tan terrible bestia
El joven sonrió – No soy un caballero mi lady, soy el simple hijo de un herrero – dijo él con amabilidad.
- Se lo agradezco de todos modos – dijo ella – sin importar de donde venga, usted será siempre un caballero ante mis ojos.
- Déjeme llevarla a su castillo hermosa doncella – dijo él y le tendió una mano.
Cabalgaron hasta su casa, ella estaba completamente hechizada, pero cuando llegaron, los estaba esperando su padre en la entrada.
- ¿Dónde has estado Emma? – le preguntó
- He ido al bosque a leer padre, y me ha atacado una bestia salvaje. Este honorable caballero me ha salvado – le dijo ella.
- Él no es un caballero Emma, es el hijo del herrero – dijo con desprecio – deberías alejarte de él
- No padre, él me ha salvado – dijo ella con tono de súplica
Pero su padre tenía ya el ceño fruncido – Vete adentro Emma, ahora – dijo en tono duro
Ella hizo lo que su padre le decía, dedicando una mirada de despedida al joven Nick.

Estaba ya en sus aposentos cuando escuchó a su padre entrar
- Emma, quiero que hablemos – le dijo – no debes estar con esa clase de gente. Una futura duquesa no debe ser vista con un herrero
- ¿Futura duquesa padre? ¿Y donde estaba mi duque cuando fui atacada? Él ni siquiera me conoce, en cambio, Nick me salvó – dijo ella con firmeza
- No me importa que te haya salvado Emma, no lo volverás a ver ¿has entendido?
Ella agachó la cabeza y asintió tristemente. Vio a su padre salir de la habitación y no pudo evitar que se le cayeran las lágrimas. Decidió que lo vería igual, aunque tuviera que ser a escondidas.
Al otro día, fue al mismo bosque y vio a Nick. Ella le contó su plan, para seguir viéndose, y mientras tanto, él trabajaría con su padre en la herrería, así ganar dinero y escapar juntos.
La tarde en la que iban a escapar, Emma lo preparó todo y fue a encontrarse con Nick al bosque. Estaba feliz de lo que pasaría.
Lo encontró allí, sentado sobre su caballo, preparado para escapar con ella. Cabalgaron durante la tarde, cuando ya estaba atardeciendo, escucharon cascos de caballos galopando y el estruendo del metal de las armaduras. Nick aceleró el galope, pero una flecha alcanzó su caballo. Cayeron y Emma quedó debajo del animal sin vida, sin poder mover las piernas por el peso de este mismo. Vio allí, con los ojos llorosos y gritando con desesperación, como una de las espadas de los hombres de su padre atravesaba el corazón de su amado Nick. Salió con toda la fuerza que pudo de abajo del caballo y corrió hacia el cuerpo de Nick, lo vio allí, al borde de la muerte.
Sus ojos azules tenían un poco de luz aún – Te amo Emma, siempre lo haré – dijo sonriendo con su último aliento. Devastada, ella lo abrazó y luchó por que los hombres de su padre no la despegaran de su cuerpo, pero al final lo hicieron.
Al día siguiente, ella estaba sola en su habitación, con los ojos enrojecidos de llorar y los labios ya secos. Su padre entró a la alcoba con paso apresurado.
- Te casarás dentro de una semana con el hijo del Gran Duque Massarie, no hay vuelta atrás, te quiero lista para la tarde, vendrá tu futuro esposo a visitarte – dijo sin una sola señal de sentir pena por su hija y salió del cuarto.
Ella no pudo soportarlo, se tiró sobre el suelo llorando y gritando.
Por la tarde, llegó Alexander Massarie con la esperanza de ver a su prometida, a la que consideraba un trofeo, ya que Emma era una de las doncellas más hermosas del pueblo.
Pero cuando entraron a la habitación de Emma, encontraron su cuerpo inerte sobre el suelo y trozo de espejo roto en su mano. Ella se había cortado las muñecas, y allí, en el piso, se veía tan hermosa que parecía una muñequita de porcelana. Su pelo estaba brillante de nuevo y tenía una sonrisa en el rostro. Ella había muerto feliz, porque se había reunido con su amado.
Por las noches, desde esta alcoba, se los suele ver al borde del bosque, no descansan en paz pese a las injusticias por las que murieron, pero son felices estando juntos -
Para cuando Tía Antonia había terminado el relato, me dejó sola en la habitación. Ahora no podía parar de pensar en los dos enamorados. Mire por la ventana y vi, a lo lejos, en el borde del bosque dos figuras. Me gustó pensar que eran ellos. Comenzaron a pesarme los ojos y me sumí en un profundo sueño. Esperaba que, al otro día, Tía Antonia tuviera más historia que contar sobre este viejo lugar que ahora me gustaba un poco más.

FIN

Miénteme

Miente, dime que alguna vez me quisiste.
Dí que te importé en su momento, que nunca me olvidarás. Dime que me besabas porque me querías, dime que todas esas cosas bonitas que decías al menos las sentías. Dí que enserio te sentías mal al hacerme daño, que al menos no consideraste lo nuestro una pérdida de tiempo, dí que era enserio cuando me decías que podíamos llegar a algo. Dilo, no importa que sea mentira, quiero escucharlo salir de esos labios que antes besaba, quiero que me mires a los ojos y me lo digas, quiero ver lo bien que mientes, pero sobre todas las cosas, dímelo para que me lo crea, para que cuando te vayas yo quede feliz. Miénteme solo para no hacerme llorar, miénteme para ayudarme a superar la herida abierta que dejarás, miénteme, porque si no lo haces y me dices la verdad, si me dices que lo nuestro no fue más que una ilusión, estarías quebrándome en pedazos, estarías creando una gran herida abierta, dejarías el vacío en mi pecho, en el lugar donde se esconde el corazón que robaste.


Monster

Sentirse sola, incluso estando rodeada de gente. Saber que nadie, nunca te conocerá. Saber que ninguna persona cuerda se adentraría en el abismo de tu mente. Nadie intentará detener la guerra en tu cabeza, nadie luchará contra tus demonios que, día a día, te consumen un poco más. Si la gente se asusta al ver solo un atisbo de tu verdadera personalidad, ¿qué crees que harán cuando vean al monstruo que llevas dentro?